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eliazar



Situémonos, como quien dice, en contexto. El Centro de Entretenimiento y Convenciones Atlantic City –brillantes luces oscilando en la avenida Benavides, puertas de cristal tamaño Margarito: pase por aquí, lector– fue inaugurado hace medio año. 20.000 metros cuadrados. Costó US$ 24 millones. Dicen que en verdad fue más. Capacidad estimada del Centro de Entretenimiento y Convenciones Atlantic City: 1.500 personas y 300 automóviles. Si los que están dentro de los automóviles no salen: 2.700 personas. En el Centro de Entretenimiento y Convenciones Atlantic City hay casino, obvio. También karaoke. Una canción de Bruce Springsteen se llama Atlantic City. Miraflores, día miércoles, once de la mañana: no hay nadie en el karaoke del Centro de Entretenimiento y Convenciones Atlantic City pero Karen, ligera guía nuestra en este pequeño tour, dice que ese es su lugar favorito en todo el Centro de Entretenimiento y Convenciones Atlantic City. A veces, anota, no quieres hacer los previos en la jato de nadie: entonces vienes con tu grupo al Centro de Entretenimiento y Convenciones Atlantic City y cantas en el karaoke aunque sea hasta el huevo y pucha, la pasas mostro. El Centro de Entretenimiento y Convenciones Atlantic City es un monstruo.

Bajamos dulcemente la escalera de pasamanos color oro, con el sol dándonos en el rostro. Mano izquierda, mezzanine: Eliazar, restaurante cinco tenedores. No hay que atravesar el casino para llegar, afortunadamente. Asómbrese, lector: este sitio fue diseñado por la firma norteamericana Yates-Silverman. Los ingenieros responsables del diseño de luces vinieron directamente de Las Vegas. Aquí comieron hace poco unos apostadores chinos que perdieron US$ 250.000 –apuestan duro, los chinos... El chef asesor es el laureado Pedro Miguel Schiaffino, quien hace poco preparó el menú de cumpleaños para el también laureado Juanes. El chef residente, Gustavo Valcárcel, viene de trabajar en el Nemo de Miami. Dicen que un cliente habitual aquí es Chibolín.

El color chocolate de las paredes absorbe, hipnotiza. Le pregunto a Pedro Miguel si le gusta timbear y me dice que no: además, siempre que timbea pierde... Lo hemos visto hace un mes, afinando la carta de La Pescadería, en el Callao. Antes le hemos dado el alcance en Malabar, su restaurante. “Ya no quiero más chambas” se despeina el joven valor de la gastronomía nacional, luego de contestar una llamada en su teléfono... Se está haciendo famoso, un poco contra su voluntad. “La idea es colocar mi cocina aquí, recreando lo que hemos venido haciendo en Malabar” me dice. “Este restaurante es uno de los más finos, uno de los mejor puestos en Lima. Todo es de primera”.

Puede que sí. En la barra, por ejemplo, Miguel Ángel y Gitzel están preparados “para cualquier pedido”: incluso su manera de mirar es profesional, y entre sus curiosidades hay vodka negro y los macerados de rigor; aunque yo no había visto en otro sitio el macerado de cardamomo (insertar exclamación aquí). El sommelier recomendará algún vino –argentino o chileno, francés o español, italiano quizás: la carta es muy amplia– para acompañar alguna de las maravillas de esta carta. Veamos. Hay un plato del que estos chefs están particularmente orgullosos: el rocoto confitado relleno de patita con maní (28 soles, buena idea) y algunas novedades que hablan claramente del ímpetu nacional del menú, como el tiradito Elías –en memoria de Elías Musiris, anterior dueño del casino–: atún brulee con salsa de cocona, ají charapita y sacha culantro. 28 soles también. Gustavo sonríe. Me confiesa que los dos platos que más se venden aquí son los langostinos jumbo a la parrilla –con mantequilla de soya y perejil, ensalada tibia de espinacas y portobellos al horno, 48 soles– y el sugerente atún meloso sobre malarrabia piurana, con su reducción de chicha de jora (38 soles). Se comprueba fácilmente lo que dicen estos chefs: los precios son los mismos que uno encuentra en cualquier otro restaurante de nivel similar. “Cholo, si esto fuese mío quitaría el término ‘cinco tenedores’, porque la gente se asusta… Piensa que tiene que venir con saco, vestido de noche, y nada que ver pues. Yo no cobro servicios ni cubiertos. Incluso hay corcho libre” se entusiasma Gustavo.

Dos creaciones de la casa llaman mi atención. Seguro que a usted también. En primer lugar, el concolón de arroz con langosta y lomo saltado (50 soles, un poco como el riso al salto italiano) y un postre de esos humildes y maravillosos: el arroz zambito. Solo que aquí se hace con arroz arbóreo, y se sirve con helado de coco. 20 soles. Si busca algo más sofisticado recite “macarena de mango”, lector: láminas de mango y chocolate intercaladas con crema de curry, acompañadas de tartare de mango y kion. 20 soles también.

No hay otros comensales a esta hora (aunque desde aquí se ve el casino, y a algunos jugadores insomnes, y la soledad debe ser algo parecido) pero es fácil imaginar la presión que puede existir en la cocina de un restaurante como este, donde todo debe ser perfecto. Gustavo me cuenta que desde que entró aquí ve a su hijita, que no cumple aún un año, dos horas al día. Los lunes descansa. Antes de irme le comento que me gusta la manera sencilla como se relacionan los chefs y el personal de servicio: “Cholo, es que somos un equipo” me dice. “Si no trabajamos como tal todo se va al tacho”. Sí pues. Venga entonces, lector. El Eliazar está en el Centro de Entretenimiento y Convenciones Atlantic City.


Av. Benavides 430, Miraflores.
Teléfonos: 7054482
Horario: Lun. a dom. 12m – 4pm y 7.30pm -12am. Vie. y sab. hasta las 12.30am. El bar atiende de corrido.

[publicado originalmente en elgourmet.com, edición perú, de octubre de 2007. foto original de kiko castro mendívil]