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Pepe Corzo. Todos mis colores


por césar bedón. fotos originales de kiko castro mendívil.

Liberado de la etiqueta de “diseñador de modas”, Pepe Corzo es ahora el engreído de los escenarios españoles. Su trabajo para el Teatro de la Zarzuela de Madrid, como director de arte, ha sido celebrado por todos los medios importantes de ese país. Inesperadamente sencillo, este artista peruano que además trabaja en teatro y publicidad almuerza con nosotros. Y también conversa, y también ríe.


Esta entrevista empieza en el interior de un túnel. Pero nadie está escapando a ningún sitio. Sucede que hay un sorprendente pasadizo subterráneo que une el restaurante donde nos encontramos con el museo Pedro de Osma. Al salir, contemplamos un momento la galería de arte y de pronto nuestro entrevistado suelta una exclamación: “¡aquí filmamos ese comercial con Susy Díaz!”. Entonces volvemos al restaurante y comenzamos.

Cuéntame lo del comercial.
Era un comercial de El Comercio para una enciclopedia. La idea era que un personaje como Susy Díaz también podía acceder a la cultura, y convertirse en una erudita... O sea que teníamos que transformarla. Y el día acordado ella se aparece a las nueve de la mañana y yo le digo: “¿no te dijeron que vinieras sin maquillaje?”, y ella me dice “estoy sin maquillaje”. Tenía toda la cara tatuada, imagínate. Los labios, los ojos, las cejas.

Ella tenía que salir muy correctita en ese comercial.
Sí. Y la verdad, quedó guapísima. Le hicimos tratamiento en el pelo, le corregimos todo. Terminó pareciéndose a un personaje de la televisión.

¿A quién?
Ja. A Gisela. Tú la dejabas bien bonita y se parecía. Estábamos fascinados con ella. Le decíamos “mira, mira cómo puedes quedar”. Ya después ella ha ido poniéndose más labio, más pómulo: y nos dimos cuenta de que eso es lo que ella vende. Su público la quiere exagerada... ¿Qué es esto? Ah, me gusta el color verde. Mejor salgo con el cóctel verde en la foto.

Cóctels. “Octubre”, creación de la casa, y “Machu-Picchu”.

Tú te fijas mucho en cómo visten los demás, imagino.
No. Normalmente tengo otras cosas en la cabeza, y todo es medio transparente. Pero cuando viajo sí me gusta ver cómo visten los chicos y las chicas. Por ejemplo en la Gran Vía de Madrid, porque hay un tránsito enorme de gente que va y viene: negros, cholos, chinos, rusos, españoles. Es bien simpático. Casi una pasarela. Y cuando estuve en Japón, olvídate.

Debe ser otro planeta, Japón.
Estuve 15 días en Tokio y es un parque de diversiones para adultos. Y como el área es muy pequeña se han ido edificando las cosas una encima de la otra: entonces, por ejemplo, puedes ver un restaurante-con-karaoke-con-salón-de-masajes-con-tienda-de-ropa, y todo es hacia arriba. Con mi amiga nos íbamos a dormir a la una para levantarnos a las cuatro, pensando en qué más íbamos a hacer... Parte de la diversión fue salir a comer. No era tan caro, sabes: diez, doce dólares. Y en todos los restaurantes, en las vitrinas, ves comida de plástico: entonces tú señalas y escoges. Una vez a mi amiga le sirvieron un plato con una especie de pasta y... se movía. Ella se la comió y después sentía que todo continuaba moviéndose adentro.

¿Y qué era?
Preguntamos pero nunca nos entendieron. No sé. La comida es parte de todo este show del viaje. Además los japoneses son muy amables: tú señalas en la guía y la chica de la tienda es capaz de salir y caminar cuatro cuadras contigo para llevarte. Nos mirábamos con mi amiga. O compras algo y te acompañan hasta la puerta, luego caminas dos cuadras y te siguen mirando (risas). Maravilloso. Oye, qué rico esto.

Crocante de causa. Tartar de atún.

Has dicho que en tu trabajo te sientes como cuando estabas en el nido.
Sí, hace poco me he dado cuenta de que toda esa energía que tenía de chico se orientó hacia lo que hago ahora...



Si haces memoria, ¿qué es la primera cosa que recuerdas de tu infancia?
Mmm. Acabo de acordarme de una mesita, chiquita. Mi mamá tenía cartulinas medio escondidas y cuando quería que estuviese tranquilo me sacaba una. Entonces tenía mi cartulina, mis tijeras, mis colores... Hacer algo con todo eso era secundario. Lo importante era que me daba como una seguridad. A veces cortaba y me decía “¿qué hago?” y dejaba tirado todo. Era la ansiedad por hacer cosas, aunque al final no les encontraba una función. Ahora he encontrado esa función, porque hago escenografías, vestuarios, comerciales. Debe ser en parte porque toda la vida he tenido juegos para armar: mi papá siempre viajaba y me iba trayendo juegos.

Seguro desarmabas también.
Sí. Yo tenia el muñeco del Hombre Nuclear. Le saqué la pierna y le puse otra...

¿Había muñeco del Hombre Nuclear?
Claaaro. Fue el “hit” (risas). El ojo era un hueco y tú podías mirar por detrás de la cabeza. Y la piel del brazo –eso me encantaba– podía levantarse y todos los microchips estaban debajo. Yo soy de ese rollo. Asu madre, qué es esto...

Rocoto relleno en guiso de cola de buey y papitas salteadas. Cebiche caliente de corvina y camarones.


Tú estudiaste letras.
Yo me preparé para ingeniería industrial en la de Lima. Pero al mes de estar en la academia decidí presentarme a psicología en La Católica. Había tantos cursos que hacía bica, trica. Llegado un momento me dije “si sigo dibujando ropa en los cuadernos, eso debe ser lo que me hará feliz”. Me tuve que armar de valor.

¿Y cómo tomaron tus papás el asunto?
Mi papá es ingeniero, fíjate. Yo primero iba a ingeniería, luego a psicología, luego a diseño de modas. Pero increíblemente él lo tomó muy bien. Convencer a mi mamá me tomó un poquito más de tiempo. Pero ahora es mi fan.

¿Cuál es la lógica de estar estudiando diseño de modas en Lima y de pronto presentar una colección en Alemania?
Todo ha sido azar. Una amiga me dijo “oye, están pidiendo diseñadores en la Cámara peruano-alemana, para un desfile de aquí a dos años” Y me presento, y de pronto estoy de finalista. Y eso jala otra cosa, y otra cosa. De la nada te vuelves un diseñador supuestamente prestigioso. Pero no hay pasos a seguir: si puedes hacer lo que te gusta más o menos bien, y si estás en el momento adecuado, si persistes... entonces puede suceder. Igual ha pasado con esta entrada mía en el mercado español: un poco azar, un poco trabajo. Fíjate, he estado mes y medio haciendo bocetos en Madrid, para la zarzuela.

Tu trabajo allá ha sido muy bien recibido.
Yo no chequeo las críticas, pero mi papá me las envía cada semana. Una que me encantó: “el vestuario de Pepe Corzo es tan atrevido como acertado”. La zarzuela allá no ha tenido muchos quiebres, así que los productores querían hacer algo muy especial. Y yo me dije “no tengo nada que perder”, o sea que me mandé con todo y quedó. Además, con 250.000 euros para hacerlo...

Casi me atoro.
¡Imagínate! (risas). Aparte había miles de asistentes. Yo solo tenía que dejar bien en claro mis especificaciones y supervisar la confección.

Mero al balsámico en langostinos y portobello. Cabrito estofado en chicha de jora.

Tu trabajo en publicidad, como director de arte, debe haber influenciado tu trabajo.
Sí. Adquieres disciplina y orden. Y ya sabes: chau horarios. Puedes estar viendo tres comerciales en simultáneo, por ejemplo: eso es bonito, me gusta. Este sábado voy a filmar en la selva...

Qué bacán.
Yo soy mitad charapa, porque mi mamá es de Iquitos. Estuve allá para año nuevo con la misma amiga que me acompañó a Tokio, y qué bonita me ha parecido la ciudad. Está como paralizada en el tiempo. Fuimos a una fiesta locaza en medio del Amazonas... ¡y comí hormigas! “Come, come” me decían y como yo estaba medio borrachito cogí nomás. “Mmm, ¿qué es esto?”. (Imita el acento) “es siki-sapa, una hormiga que vuela”. Miré bien y eran dos bolitas fritas unidas por un hilito. Se me quedó cuatro horas dando vueltas adentro, tenía pedacitos de hormiga por todos lados (risas)... Pero la comida charapa me encanta: el sábado fui con unos amigos a un restaurante que se llama Río Amazonas, y hemos tragado. Teníamos en la mesa tacacho, cecina, frejolitos, ensalada de chonta, plátano maduro, jugo de camu camu. Y la cuenta: 55 soles entre tres. Imagínate. Mis amigos querían probar... ¿cómo se llama? Suri.

¿Y había suri?
Felizmente no. Pero estaba en la carta. Yo, desde que vi ese programa de Laura Bozzo de “Todo por US$ 10” no quiero saber nada con ellos (risas).

¿Dónde comes día a día? Dudo que sea en tu casa.
Normalmente como donde me agarra el día. Antes era gordito, y como he decidido ordenarme voy al gimnasio desde hace un par de años, entonces almuerzo ligero. Carne y ensalada. Luego en la noche hago lo-que-sea y tengo la conciencia limpia por no haber mezclado proteínas con carbohidratos.

Ah, tenías tu conciencia nutricional.
Sí... Hace años leí “La antidieta” y tengo clarísimo que si mezclas carnes con harinas asimilas más. Claro que los domingos me mando la tragadera en casa de mi papá... Y cuando voy a restaurantes busco inmediatamente pastas a los cuatro quesos: ñoquis, tagliateles, papardelles, cualquier cosa con abundante crema de queso. Siempre pido doble queso parmesano.

Fan del queso, entonces.
Uf. El queso manchego es demasiado. Me gusta en todas sus variaciones: curado, semicurado, en aceite... Un queso entero me dura cinco días, porque cada cinco minutos estoy rebanándolo. Engorda un montón pero es uno de mis vicios. Oye, qué bueno está esto.

Sí, está bueno. Se me ocurre que desayunas bien.
Yo no desayuno. Tomo dos cucharadas de Nescafé con agua y ya estoy “espídico”. Siempre estoy entrando y saliendo del taller. A veces en el jardín hay gente armando una escenografía y en la oficina se está preparando un comercial de televisión, y yo subo y bajo. Hay cuatro personas aparte de mí en el taller, y las adoro porque igual pueden hacerte un traje de novia o un traje espacial para un comercial de televisión. A veces estamos contra el tiempo y yo les digo “así nomás, no se va a ver la parte de atrás del vestido, déjenle un hueco si quieren” (risas)... Pero igual ellas están haciéndole un bies especial. Así que, como comprenderás, a las once de la mañana me da hambre. Entonces compro unas empanadas de pollo con champiñones y ají que venden en una panadería cerca de mi taller. Compro para todo el mundo.

Compras para todos y comes tú también: así no te sientes culpable.
(Risas). No lo había pensado así, creí que era más filántropo.

Mousse de chirimoya con helado de manjarblanco y reducción de chicha morada. Crocante de ganash y pistacho.

Te gustan los colores vibrantes, ¿no?
Sí. Siempre tuve un poco de miedo a los colores pero con el tiempo he aprendido a manejarlos. Ya tengo mis combinaciones ganadoras: turquesa-amarillo-rojo, por ejemplo. Siento que esos colores te sacan del día a día. Los que me llaman ya están advertidos (risas).

Parece que algunas arañas o pájaros pueden ver colores invisibles para el ser humano. Leí hace poco sobre eso, y encuentro tan difícil imaginar alguno de esos colores...
Me da risa porque al preparar lo de la zarzuela mi asistenta y yo nos peleábamos. “Pero qué más colores vamos a poner, ¡ya no hay mas colores!” me decía. Para que te hagas una idea, hicimos 250 trajes y cada uno tenía 15 colores distintos. Y yo maldecía: “¡cómo puede ser que no haya más colores! ¡Cómo puede ser que no haya más rojos!” (risas). Siempre me pasa eso cuando estoy armando algo. Leí un libro bien interesante sobre el color donde se dice algo cierto: existen colores que recién hemos visto en los últimos años, porque antes no había las tintas para producirlos o resultaban muy caros. También decía, por ejemplo: ¿cuál es el color de la tristeza? Bueno, digamos que para el 40% de la gente es el negro, para el 30% el gris, para el 5% el púrpura y así. Combinas en esas proporciones para obtener el color. Imagínate los colores de la tristeza, de la alegría, la vanidad, la homosexualidad, el conflicto. Interesante, ¿no? La felicidad, por ejemplo, es naranja.

Naranja, definitivamente.
Con un poquito de verde y de blanco, según las estadísticas. Es bien subjetivo, pero igual hay algo allí...

¿De qué color están pintadas las paredes de tu cuarto?
Blanco. Me gustan los espacios blancos, porque los colores destacan. Claro, como dicen, “en casa de herrero cuchillo de palo”, porque mi taller es un desastre. Parece la casa de Hansel y Gretel, llena de juguetes, desechos, materiales plásticos. Es un locón.

Uno tiene la imagen de una persona con sensibilidad artística como un tanto retraída.
Yo soy tímido. En los programas de televisión me pongo muy nervioso. Me pongo rojo y no sé lo que estoy hablando. Cuando yo soy el centro de atención y mucha gente está a la expectativa... Olvídate.

Si tuvieras que elegir una imagen que representara tu trabajo, ¿cuál sería?
No sé... todo el día entro y salgo del taller. Ahorita tengo una reunión en una agencia de publicidad. Tenía que ir a Gamarra en la mañana, pero envié a mi asistenta para poder venir aquí. Tengo un comercial en la selva este sábado. Ayer domingo estuve cuatro horas en una reunión en la productora. No sé, creo que sería una imagen de mí mismo dentro de un taxi (risas).


Agradecimiento especial: Sr. Luis Cisneros.
Esta nota se realizó en el restaurante El Refugio del Museo.
Montero Rosas 121, Barranco.
Teléfono: 251-4337

[esta entrevista fue publicada en la revista Elgourmet.com Perú, edición de agosto de 2007]

    publicado el 13 de mayo de 2010    1 comentarios